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miércoles, 25 de julio de 2018

La diálisis, compatible en vacaciones



Karmele Gaztelu es una de los muchos enfermos renales que se somete a diálisis tres veces a la semana. Hace unos años decidió que, pese a esa rutina obligatoria, quería disfrutar de unas vacaciones lo más normales posibles dentro de sus circunstancias. Gracias a un programa que la asociación Alcer puso en marcha hace 32 años pudo hacerlo. Desde entonces ha estado en Salou, Benidorm, Barcelona... «Es importantísimo hacerlo, es una manera de romper la rutina», asegura. Es más, por experiencia propia piensa que «si no sales un verano, luego tienes un mal invierno».

Este programa vacacional nació como un intento de paliar algunas de las repercusiones que tiene el proceso de la enfermedad. «Los enfermos necesitan tener una vida lo más normal posible. Generalmente no pueden trabajar y por tanto su situación económica no es demasiado buena para poder destinar una parte de sus ingresos a las vacaciones», explica Kolde Narvalaz, psicóloga de la delegación guipuzcoana de la Federación Nacional de Asociaciones para la lucha contra las enfermedades de riñón.

A la hora de organizar un viaje para una persona que se somete a diálisis hay que seguir un protocolo que comienza con el contacto con un centro cercano con máquinas de hemodiálisis y que tenga plazas libres en esas fechas, solicitar los informes médicos para enviarlos al centro, pruebas analíticas... En la mayoría de los casos los traslados son por vacaciones, pero también hay ocasiones que se deben a cuestiones laborales o de respiro familiar porque la persona es mayor y vive temporadas con un hijo que reside en otra provincia.
Localidades turísticas

Luz Piedad Madrid es otra de las usuarias habituales de este programa vacacional. Suele participar en los viajes organizados de Elkartu, la Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física de Gipuzkoa, pero desde Alcer le buscan la plaza para la hemodiálisis allí a donde va. «Siempre son muy buenos», comenta porque «vuelves más animado y conoces a gente diferente. Además, el clima hace mucho». Tiene un especial recuerdo de su estancia en Marina D'Or y recuerda que en Cullera, aunque no estuvo nada mal, en las ambulancias no tenían sujeción para la silla de ruedas en la que se desplaza.

Como en España la Sanidad es universal no suele haber problemas para encontrar una plaza de diálisis, pero la mayoría prefieren ir a localidades que están cerca de un centro hospitalario. «Las localidades turísticas están bastante preparadas para la población flotante», explica Maider Amenábar desde Alcer Gipuzkoa. Aunque en ocasiones se complica. Por ejemplo en Extremadura. Muchos vascos son originarios de esa comunidad y en vacaciones suelen regresar. Allí tienen pocas plazas que suelen estar reservadas para los autóctonos.

Este es el caso de Atanasio Trancón, que en verano va a Villaquejida en León, pero la hemodiálisis la tiene que hacer en Benavente en Zamora, que es el punto más cercano. «Como son comunidades autónomas diferentes no me ponen ambulancia», de forma que tiene ir conduciendo, aunque no le importa «porque así pierdo menos tiempo».

Roberto Pinilla, que estuvo trasplantado 33 años pero hace tres tuvo que volver a la diálisis, suele huir de los lugares turísticos y prefiere buscar balnearios donde también coincida con personas sordas como él para poder comunicarse. Ya ha pasado por Sabadell, Lleida, Hospitalet y ahora tiene previsto acercarse a Granada, aunque lo que le gustaría es ir a Kazajistán el próximo enero para competir en uno de los muchos campeonatos de ajedrez en los que participa. Se quedó sin poder ir a uno de ellos en Manchester por su situación.

Porque los traslados al extranjero son más complejos. Si son países de la Unión Europea con la tarjeta sanitaria no suele haber problemas, tampoco con los países con los que hay convenios de intercambio de asistencia, pero en otros destinos la situación se complica. Por ejemplo, ir a Estados Unidos resulta muy caro porque para poder acudir a un hospital hace falta un seguro privado.

Iñaki Azpiazu suele pasar temporadas en Francia y acude a un centro que pertenece al Hospital de Baiona. Asegura que la atención es magnífica, pero solo tiene una preocupación: «Nos prepara y vigila los aparatos una única enfermera y me suele dar miedo que se maree o desmaye, pero por lo demás todo está fenomenal».

Hace dos años y medio Mari Carmen Astigarraga recibió la noticia de que sus riñones no funcionaban y que se tenía que someter a hemodiálisis. «Me afectó mucho, sobre todo por mi familia, veía que les iba a hipotecar la vida. Por eso, cuando conocí este programa fue como si se abriera una ventana. Como familia nos ha servido mucho, son unos días para nosotros solos».



Fuente: https://www.diariovasco.com/gipuzkoa/dialisis-compatible-vacaciones-20180721005219-ntvo.html

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